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Opinión

La columna de J.J. Jinks: De travestis y antipatriotas

La columna de J.J. Jinks: De travestis y antipatriotas

La escalada en el lenguaje suele no tener vuelta atrás. Cada vez es más difícil impactar a las masas y por tanto, si bien Kast ha logrado poner los focos sobre sí mismo después de muchos meses deslucidos para él tras la segunda convención constitucional y su consiguiente caída en las encuestas, necesitará subir la apuesta cuando el efecto actual se desvanezca.

Por: J.J. Jinks | Publicado: Sábado 25 de mayo de 2024 a las 21:00
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Cuesta distinguir si son cachetadas de payasos, sonoras pero falsas, o en realidad estamos en presencia de bofetones de esos que dejan los dedos marcados y que no se borran con facilidad.

El asunto es que nuestra clase política ha decidido insultarse públicamente y con publicidad. Si esto fuese un juego de niños podríamos decir que quien empezó fue el líder de Republicanos José Antonio Kast, quien en una cita en España que más parecía un concurso de quien decía la frase más retumbante, si bien obtuvo un lugar postrero en la competencia internacional (ganada con distancia por Milei), le bastó para agitar nuestras aguas locales al acusar al Presidente Boric de travestismo político.

La respuesta no tardó de venir, ordenadamente parlamentarios, ministros y personeros varios del oficialismo calificaron el hecho de gravísimo y por haber ocurrido los epítetos en el exterior motejaron a Kast de nada menos que de antipatriota.

No deja de ser curioso que, en este mundo sin fronteras y que las que existen son un colador, se haga tanta cuestión de en qué parte del mundo se hace la crítica, pero son cosas que entretienen a los políticos y nosotros hacemos como que nos importan para no desilusionarlos.Lo que sí es claro es que el lenguaje de toda la clase política se ha degradado.

Travesti político no es una forma de llamar al Presidente de la República ni en España ni en ninguna parte, y calificar a uno de los líderes de la oposición de antipatriota tampoco parece constructivo a primera vista.

¿Tiene esto alguna importancia? La tiene. La escalada en el lenguaje suele no tener vuelta atrás. Cada vez es más difícil impactar a las masas y por tanto si bien Kast ha logrado poner los focos sobre sí mismo después de muchos meses deslucidos para él tras la segunda convención constitucional y su consiguiente caída en las encuestas, necesitará subir la apuesta cuando el efecto actual se desvanezca. O sea pronto.

Usó un comodín para recuperar la atención de la opinión pública, reforzando a los propios, quienes son especialmente exigentes en lo que respecta a denostar al adversario. Y ahí está el principal peligro de la tentadora pulsión por perder las formas: los políticos se pueden decir de todo, pues saben que en el fondo es un juego circular, pero la ciudadanía no está al tanto de ello ni sabe jugar.

Si la política instala esa forma de relacionarse no es raro que esto permee a la población en general y vea al que piensa distinto no como un circunstancial adversario en temas coyunturales sino derechamente como alguien que tiene valores distintos o que no busca el bien común en sus acciones. El deterioro en el lenguaje suele ser la previa del desgaste de la democracia.

Hasta hoy Chile tiene la fortuna de contar con líderes en los distintos sectores que son demócratas y que más allá de las estridencias nadie pone en duda su compromiso con los valores republicanos. Lamentablemente, son esos mismos líderes los que con sus acciones irresponsables están abonando el camino para que pueda surgir alguien de cualquier sector con una escoba para barrer con los corruptos, falsos y antipatriotas. En ese momento el compromiso democrático no estará asegurado y no habrá oportunidad ni oídos para hacerse escuchar de que en realidad, lamentablemente, se había exagerado la nota.

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